Ya casi puedo oler las vacaciones de Verano, si, aquella rutina, por las mañanas a menos que ocurra algo interesante, vagar por la casa, o ir a casa de mi abuela cuando están mis primos pequeños para echarla una mano, y por la tarde, cuando el silencio se apodera del pueblo, cuando todo el mundo está echando la siesta, miras el reloj y son las 4:30, hora de ir a las piscina!!, quedas con unos amigos y te vas andando, entonces por los cruces te vas encontrando a más gente del grupo que se va uniendo a él, pero antes de llegar a la piscina, hay que cruzar lo que llamamos el desierto del sahara, es un ardiente y grande descampado, con hiervajos, se puede oir el ruido que hacen los bichos, toca cruzarlo, la espalda te arde, no puedes continuar, pero ya queda poco, entonces cuando te quieres dar cuenta ya se te ha pasado, y puedes oir los gritos de la piscina, a mí siempre al entrar me da un poco de corte, sobretodo si hay algún día que hallamos quedado en la piscina y que llegue yo sólo, en la entrada todo el mundo te mira y te intimida. Nada más llegar extendemos nuestras toallas a la sombra, y nos vamos a dar un chapuzón, hacemos el tonto un rato en la piscina y nos salimos del agua, toca echar una partida a las cartas, y después a comprar guarrerías en el kiosko, entonces toca el segundo chapuzón, pero la mayoría se niegan a éste, entonces nos metemos unos pocos y hacer el tonto de nuevo, llegan las 8:30, hora de irse, la piscina comienza a quedar vacía, llegó a mi casa echo polvo y me duchó.
Por la noche toca salirse